lunes, octubre 26, 2009

Negrín, sicario de Stalin.

El PSOE sigue con su "desmemoria histórica" y su deriva radical. Ahora se dedica a ensalzar a los peores elementos de la Guerra Civil y Posguerra. Pero, eso sí, siguen sin pedir perdón por todo lo que hicieron en ese momento: asesinatos, checas, represión, etc.

El PSOE rehabilita al gobernante que expolió el Banco de España enviando el oro a Moscú l Fue cómplice de Stalin en el asesinato de Andreu Nin, dirigente del POUM. El jefe de gobierno republicano fue alumno de Ramón y Cajal, catedrático de Fisiología y maestro de Severo Ochoa. Alfonso Guerra llama “patriota” al socialista que se lucró con bienes particulares de los fondos del Banco de España.

“Fue un patriota”. Este es el epitafio que ha puesto Alfonso Guerra a Juan Negrín, presidente socialista de la II República de 1937 a 1946, en la que la Comisión Ejecutiva del partido le quitó el carné. Este fin de semana, el PSOE de Zapatero rehabilitó su figura 63 años después, entregándole el carné a título póstumo, después de que fuera expulsado del PSOE por haber colaborado con soviéticos y comunistas durante su etapa al frente del Ejecutivo republicano.
Al término de la guerra, por tanto, Negrín era una figura vilipendiada tanto por los vencedores como por vencidos.

Pero el PSOE ha decidido recuperarlo como icono de la República. “Las razones de su expulsión —señala la dirección del partido— están vinculadas a una leyenda infamante que está siendo desmontada por historiadores de prestigio: la de que fue un títere de soviéticos al frente del Gobierno republicano”. Esos historiadores son, entre otros, Gabriel Jackson y Enrique Moradiellos, autores de sendas biografías de Juan Negrín.

¿Tienen razón?
El canario Juan Negrín (1892-1956) era un relevante hombre de ciencia. Alumno de Ramón y Cajal, fue catedrático de Fisiología y maestro de Severo Ochoa y Grande Covián.

Moradiellos lo considera el “Churchill español”. Y Jackson trata de justificar su papel: al ser jefe de Gobierno precisaba el apoyo de la Rusia estalinista para hacer frente a los sublevados.
Pero su talante democrático es muy discutible, como deja de manifiesto una obra clave para entender a los dirigentes republicanos: España traicionada, de Radosh, Habeck y Sebostianov.

Este libro reproduce una conversación de Negrín y un alto cargo soviético en la que el español se mostraba partidario, en caso de ganar la guerra, de crear un Frente Nacional, que ejerciese el poder de forma autoritaria.

Jackson y Moradiellos no son capaces de explicar las dos acusaciones que pesan sobre Negrín: que se lucrara con dinero del contribuyente y que consintiera en el asesinato a manos de agentes de soviéticos de Andreu Nin, dirigente del POUM (un partido marxista pero antiestalinista).

El Churchill español es responsable de haber enviado el oro del Banco de España a la URSS; de haber dirigido el expolio del tesoro artístico, así como de bienes particulares, desde las cajas de seguridad de los bancos hasta los montes de piedad, que se encontraban en el Banco de España.

Adivinen a nombre de quién estaba una de las cuentas privadas a las que fueron a parar transferencias de divisas del Banco de España por valor de 22 millones de libras esterlinas.
Negrín tenía un saldo de 370 millones de francos en el Eurobank. En 1939, el dirigente socialista era dueño de un depósito de 1.900 millones de francos en el banco ruso de París.
Con el traslado del oro a Moscú, Negrín quedó supeditado a Stalin e hizo la vista gorda ante las injerencias de la NKVD, los servicios secretos rusos.

El caso Nin
La prueba de que la II República se convirtió en longa manus de Stalin fue la desaparición de Andreu Nin, líder del POUM; una china en el zapato de Stalin.
En junio de 1937, cuando Negrín era jefe de Gobierno, la Dirección General de Seguridad detuvo a Nin. Nunca más se supo. La detención no fue sino una tapadera. La orden provenía del Kremlin y la operación fue dirigida por el ruso Alexander Orlov.

Orlov y los agentes soviéticos torturaron a Nin en la checa de Alcalá de Henares para hacerle confesar que era agente de Franco. Ante su negativa, le mataron, e hicieron creer que desaparecía liberado por agentes de la Gestapo.

En el libro En busca de Andreu Nin, José María Zavala aporta una prueba relevante: en el borrador de la nota de prensa que debía remitir el Ministerio de Justicia a los medios de comunicación, Negrín tachó la palabra “secuestrado” y puso “Nin” y, además, suprimió “Alcalá” para no dar pistas sobre el paradero del líder del POUM.

El propio Jackson admite que este episodio fue el acontecimiento que más daño causó a la Segunda República.

Lo dijo Albert Camus: “La muerte de Andreu Nin señala un viraje en la tragedia del siglo XX, que es el siglo de la revolución traicionada”.

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