La cumbre del G-20 recibe a unos manifestantes atípicos. No reclaman una apuesta para evitar el supuesto cambio climático, ni tampoco normas comerciales más estrictas, ni piden dinero para los pobres, los hambrientos o los enfermos. Protestan contra la clase política y defienden el capitalismo.
La cumbre que, en teoría, sentará las bases para configurar un nuevo sistema financiero internacional recibe a multitud de grupos de manifestantes antisistema, contrarios a la globalización y defensores del intervencionismo público.
No se trata de nada nuevo, porque siempre que los jefes de Estado en una determinada ciudad estos colectivos –que se autodenominan “de izquierdas”- se manifiestan en las calles, portan pancartas demagógicas y reclaman subvenciones de forma sistemática.
Pero en esta ocasión, la reunión del G-20 en Londres tiene unos visitantes inesperados. Más de 40.000 estudiantes universitarios y recién licenciados han decidido apoyar públicamente el capitalismo, justo cuando la mayoría de los líderes políticos abanderan la intervención del sector público en la economía como la única solución para salir de la crisis.
Ellos no están allí para exigir la acción de los gobiernos contra el cambio climático, unas normas comerciales más estrictas, ni solicitan a los responsable políticos dinero para los pobres, con hambre o enfermos. Su mensaje es simple, pero profundo: “Políticos ¡fuera de nuestro camino!”
Este grupo quiere comunicar el mensaje al mundo que el capitalismo no es la culpa de la actual crisis económica. De hecho, todo aquel que tenga un mínimo conocimiento de la evolución de las finanzas en los últimos años sabe que las políticas intervencionistas sentaron las bases para la gestación de la tormenta, y posteriormente la alimentaron.
"La cuestión es, en esencia, que no vivimos en un sistema capitalista y, desde luego, no en un sistema capitalista determinado por el laissez-faire.. Los sectores de la economía más regulados han sido los que han fallado en esta economía mixta de mercado”, explica Rory Hodgson, estudiante de la Universidad de York y organizador de la protesta.
Tal vez porque los jóvenes que están aún en la universidad y los recién licenciados tienen menos que perder que sus compañeros que ya tienen trabajo, este grupo está dispuesto a recibir daño físico y mental con tal de denunciar el estrangulamiento que están haciendo los poderes públicos de las vidas de las personas. Como ellos dicen “todos debemos ser tan preocupados por el futuro y dispuestos a luchar contra el creciente sentimiento anti-capitalista y la vulnerabilidad de la libertad individual”.
Los datos les avalan. La reunión del G-20 aumentará el poder de los organismos supervisores, lanzará un mensaje planetario de defensa del intervencionismo del sector público en la economía y mandará a los defensores del mercado libre al ostracismo. Llama la atención que el país que avise sobre este error sea Rusia, la cuna del comunismo.
Los nuevos gurús de la teoría economía serán keynesianos como el reciente Nobel Paul Krugman y aumentará la discrecionalidad de los Gobiernos para planificar la administración de los recursos, nacionalizando los sectores que se estime necesario y permitiendo aumentar los déficit públicos que, en último término, serán financiados mediante subidas de impuestos.
Este escenario se logrará gracias a la demonización del mercado, atribuyéndole todas las maldades posibles y haciéndolo responsable de la crisis financiera, aunque este enfoque sea incorrecto y, en muchos casos, defendido por autoridades que han sido las verdaderas responsables de las burbujas en el precio de los activos.
Esto ha ocurrido bajo el amparo de las leyes, aunque los políticos que han operado al margen de las normas han visto como les ha salpicado la corrupción, especialmente a los elegidos por el presidente Obama para su "cambio democrático".
Hasta ahora LD ha avanzado que el Congreso de EEUU rechazó elevar el colchón de los bancos para afrontar las crisis, que el organismo supervisor de los mercados bursátiles (SEC, en sus siglas en inglés) conocía el fraude de Bernard Madoff desde 1999 y que las hipotecarias estatales Fannie Mae y Freddie Mac inflaron el valor de las cedulas hipotecarias, incrementaron sus beneficios más de un 80% y, meses después, se declararon en quiebra.
Además de explicar cómo los Bancos Centrales han mantenido los tipos de interés artificialmente bajos, favoreciendo la expansión crediticia sin un respaldo de ahorro voluntario real y favoreciendo que se realizaran inversiones ineficientes. No hay que olvidar que el tipo de interés es el precio del dinero y que es fijado por una autoridad pública, siendo el sector financiero un sector en el que el precio de equilibrio lo fija un organismo, no el mercado.
El último escándalo afecta al supervisor de la Bolsa de EEUU. La SEC (Securities and Exchange Comission) dio privilegios a los bancos de inversión para que triplicaran su apalancamiento (deuda) a partir de 2004, factor indispensable para que se produjera la crisis crediticia. Estas cinco entidades han quebrado y han sido nacionalizadas. Se trataba de Goldman Sachs, Merril Lynch, Lehman Brothers, Bearn Stearns y Morgan Stanley, ¿les suenan?.
miércoles, abril 01, 2009
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