El modelo de bienestar nórdico es admirado por los socialdemócratas españoles. Sin embargo, existen numerosas falacias sobre estos países. La economía de mercado propició sus elevados niveles de riqueza. De hecho, son economías más libres que la española.
Entre buena parte de la ciudadanía e intelectuales en España, existe una gran admiración hacia el modelo económico y social escandinavo. Se dice que países como Suecia, Dinamarca, Noruega o Finlandia han llegado a encontrar el equilibrio perfecto entre la eficiencia (debida a la economía de mercado) y la equidad (debida a un Estado del bienestar muy grande, que se alimenta de impuestos muy elevados). Esta admiración lleva a muchos a pensar que en realidad tener impuestos altos no es nocivo para el crecimiento económico.Así, Dinamarca y Suecia son los dos países con una presión fiscal más elevada del mundo, cercana al 50%. No obstante, según el último estudio del Instituto Juan de Mariana, el esfuerzo fiscal (que se calcula como el cociente entre presión fiscal y PIB per cápita) dista mucho de ser alto en términos relativos, debido a que los países nórdicos tienen una alta renta per cápita.
Dado el éxito que, se dice, ha cosechado el modelo nórdico, ¿podría y/o debería España tratar de acercarse a ese modelo, subiendo los impuestos sustancialmente para poder acercarnos a su estado de bienestar y prosperidad, como sostienen algunos? ¿Hasta qué punto podemos comparar países y sociedades tan distintas como la de los países escandinavos y la española?
En primer lugar, resulta interesante comparar la muy diferente estructura fiscal de ambos casos, poniendo a Suecia como paradigma del modelo escandinavo (si bien existen diferencias entre ellos). Y es que, en Suecia la mayor parte de la recaudación se grava sobre el factor trabajo -con elevados impuestos sobre la renta, con un tipo máximo del 56,5%, el mayor de la Unión Europea- y el consumo -con un tipo impositivo de IVA muy alto, del 25%-, siendo poco exigente sobre el capital -básicamente, el Impuesto sobre Sociedades-.
Suecia prosperó gracias a la economía de mercado
¿Cómo y por qué prosperó Suecia en primer lugar? ¿Fue como consecuencia de una economía libre y competitiva de mercado o fue como consecuencia de las políticas del Estado del bienestar?
Una mirada a la historia económica sueca, desde mitad del siglo XIX a la actualidad, indicaría que fue antes de instaurar las políticas socialdemócratas, y no después, cuando Suecia experimentó el periodo de mayor crecimiento económico de su historia. Un marco institucional favorable a la libre empresa y la acumulación de capital condujo a un elevado dinamismo empresarial y económico. Fruto de ello fue el nacimiento y expansión de compañías suecas ahora multinacionales como Volvo, Saab o Ericsson.
Otro elemento que jugó en favor de la economía sueca fue su capacidad para mantenerse al margen de las dos guerras mundiales del siglo XX, habiendo mantenido un muy prolongado periodo de paz desde principios del siglo XIX.
El intervencionismo del Estado perjudicó el crecimiento
¿Cómo se ha desarrollado la economía sueca en el contexto del Estado del Bienestar? ¿Es un modelo económico tan eficiente y próspero como se sostiene?
Fue en la segunda mitad del siglo XX cuando se expandió aceleradamente el gasto público y la carga fiscal. Hasta los años 70 se mantuvo un crecimiento elevado, consecuencia de la expansión económica derivada de la reconstrucción de Europa tras la II Guerra Mundial -en su condición de economía que había quedado intacta por su neutralidad- y de un contexto internacional boyante.
A partir de entonces, debido al empeoramiento del contexto global y adicionales políticas fuertemente intervencionistas y gravosas para el sector privado, la economía sueca vivió dos décadas de bajo crecimiento relativo, pasando del puesto 5 en 1970 al 14 tres décadas después en la clasificación de países más prósperos de la OCDE.
Prueba de las carencias de este modelo fue que, tras la crisis financiera de comienzos de la década de 1990 que azotó a Suecia, se dio marcha atrás a diversas parcelas del modelo intervencionista sueco, y se llevaron a cabo importantes reformas liberalizadoras (en sectores clave del Estado de Bienestar como la educación o las pensiones) y de desregulación de los mercados (como el energético o las telecomunicaciones).
Además, se ha reducido el gasto público y los impuestos de forma notable. Desde entonces, se han producido mejoras en el desempeño económico que reflejan estas positivas reformas estructurales.
No obstante, si comparamos el nivel de riqueza de Suecia con el de Estados Unidos, la segunda está claramente por encima, siendo su PIB per cápita alrededor de un 20% superior. Además, según un estudio de 2004, si Suecia fuera un estado de los EEUU, sería el séptimo más pobre. Respecto a la creación de empleos y la situación del mercado laboral, éste sufre problemas graves, relacionados con su rigidez, y el elevado absentismo fruto de generosas prestaciones.
Las economías nórdicas son más libres que la española
¿Son las economías nórdicas mucho menos libres que las europeas debido a su gran Estado del Bienestar?
Cuando se trata del grado e intensidad de la intervención gubernamental sobre la economía, en ocasiones se hace solamente énfasis en el tamaño del gasto público o los impuestos sobre el PIB. Desde este punto de vista, los países nórdicos son indudablemente los más intervencionistas.
Sin embargo, también hay que tener en cuenta la influencia y control indirecto que el gobierno ejerce sobre la economía privada a través de su actividad regulatoria. En este sentido, los países nórdicos presentan mayor grado de libertad económica que otros países europeos, según el Índice de Libertad Económica de la Fundación Heritage, especialmente en lo que se refiere a la libertad empresarial y protección de los derechos de propiedad privada.
Ilustramos esto en el siguiente gráfico, donde hemos calculado un índice alternativo que elimina del índice general las rúbricas sobre impuestos y gasto público.
Por estos motivos no es extraño que destaquen en los primeros puestos de diversos indicadores de calidad institucional y gobernanza.
Por tanto, aun admitiendo que el modelo nórdico de bienestar fuera todo un éxito, lo más probable es que éste funcionara bastante peor en un país como España, debido a diferencias en aspectos demográficos (siendo los países escandinavos de escasa población y mayor homogeneidad) e institucionales (como el diferente grado de control de la corrupción).
En lugar de acercarnos en nivel de impuestos o gasto público a ellos, sí sería deseable alcanzar sus excelentes indicadores institucionales -en materia de elevado control de la corrupción, facilidad para abrir negocios, o protección de los derechos de propiedad- con el objeto de converger a su nivel de renta per cápita. Para este fin, unos altos impuestos, tal y como pretende ahora el Gobierno español, no parecen la receta más acertada a la vista de estos datos y las experiencias pasadas.
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