Rafa Nadal, Pau Gasol, David Cal y Carles Puyol proclaman su españolidad sin renegar de sus comunidades. Los independentistas les exigen gestos que reivindiquen sus ideas y los acusan de «falta de compromiso».
El nacionalismo no concede tregua ni cuando se trata del deporte. Prueba de ello es cómo margina a los deportistas que van de españolistas, pero, cuando consiguen triunfos, como en los últimos Juegos Olímpicos de Pekín, los acaparan, los exigen gestos que reivindiquen las ideas y ambiciones nacionalistas e, incluso, llegan a acusar a España de «secuestrarlos».
Rafael Nadal es el número uno, lo gana todo en competición y simpatía y, además, lo hace sin complejos por la nación donde vive. «Es un honor, una responsabilidad y una motivación representar a mi país, España», asegura el tenista a LA RAZÓN. Él coloca la pelota en el campo que le gusta: «Soy deportista, no político». Sin embargo, el revés más furibundo le viene por el lado de los nacionalismos. En Pekín, en la rueda de prensa que ofreció con Robredo-Nadal, prohibió las preguntas en catalán e, inmediatamente, el nacionalismo más radical lo aprovechó para reprochar su «falta de compromiso con Cataluña».
Con el Gobierno de Matas, Nadal era imagen de Baleares. No cobraba pero, a cambio, la autonomía estaba construyendo un centro de alto rendimiento para tenistas en Manacor. El actual Gobierno de Baleares que preside el socialista Antich, en coalición con independentistas, paró las obras y escenificó un distanciamiento inexplicable. ¿Esperaban que Nadal se pronunciara o buscaban, a cambio, acaparar su imagen para sus fines nacionalistas? Nadal se sintió «decepcionado» y rescindió el protocolo con el Gobierno balear.
«Ser español no es una excusa, es una responsabilidad». A Pau Gasol, catalán verdadero y jugador de élite, le han caído encima todos los desprecios nacionalistas por ensalzar a España en un anuncio de una conocida marca deportiva. Le han acusado de «pesetero» o de «falta de valentía al no envolverse en la senyera catalana». El deportista no quiere saber nada del tema y no se cansa de repetir: «No entiendo de política, ni quiero entender». Con anterioridad, había confesado que «la selección española es nuestra selección de siempre. Tiene que ser normal ser catalán y jugar en la selección».
Un ejemplo de cómo remar contra corriente del nacionalismo es el de David Cal. Este hércules gallego, que acumula dos medallas de oro y dos de plata en su especialidad de pala canoística, ha tenido que recorrer un tortuoso camino por culpa del nacionalismo gallego sin que el brillo de sus medallas consiguieran ablandar a la Xunta. Ya en mayo de 2007, tuvo que emigrar a Asturias para preparar el mundial porque la Consejería de Deporte gallega, gobernada por el BNG, no le facilitaba los medios necesarios. En enero de 2008 el COE tuvo que mediar. El desencuentro aparentaba una venganza al no competir por Galicia en los Juegos. Cal, a la vez que reclamaba 106.640 euros de su beca, pedía a la consejera «que deje de utilizarme para unos fines en los que no tengo nada que ver ni me interesan». El valor del deportista quedó patente en Pekín. La manipulación autonómica también: «Si hubiera competido por Galicia habría quedado el 33 en el medallero», fue la conclusión de la consejera de Deporte.
Carles Puyol, símbolo del Barça actual, se considera la misma persona «vestido de azulgrana que con la camiseta roja de España» y no se reprime cuando toca juzgar las propuestas de su presidente: «Antes que aprender catalán, un jugador tiene que rendir».
Pero no hay regla sin excepción. El ex jugador del Barça, Oleguer Presas, conocido por sus simpatías independentistas está pendiente de un juicio por sus devaneos con los radicales.
domingo, septiembre 28, 2008
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